20/9/09

Nubarrones sobre el Mar Menor

Pues sí, me reafirmo en lo que decía en mi anterior entrada y reflexiono en cómo las cosas pueden cambiar en una abrir y cerrar de ojos. Tan pronto el universo conspira para que todo lo que uno ha deseado aparezca delante de nuestros ojos y, tan sólo al instante después de habernos siquiera mojado nuestros labios con lo deseado, todo se nubla y tiende a desaparecer.
No se confundan, ya saben los que me conocen que pese a los reveses soy una persona bastante positiva y siempre tiendo a buscar soluciones y pensar que todo va a salir de miedo. Pero a veces uno lleva sumadas algunas derrotas en el cuerpo y pensar en nuevas batallas requiere de un esfuerzo cada vez mayor. Aunque, por supuesto, sigo en la convicción de que hay que seguir luchando.
Con ese positivismo como guía, puedo proclamar que mis andanzas por esta ciudad milenaria de Qart Hadast –quizá inacabadas aún- han sido muy gratificantes: He podido sumergirme en un pasado de navegantes intrépidos de más de 2000 años que no han hecho sino acrecentar mis ganas de aventura, de nuevos periplos y de vivir la historia y el mar más de cerca; he conocido y convivido con gente que me han demostrado el lado más humano de esta profesión, cargada siempre de obstáculos; me he enamorado de los atardeceres del Mar Menor –que nada tienen que envidiar a los de oriente, aunque me cueste reconocerlo- desde terrazas en el séptimo cielo de La Manga; y he disfrutado mágicamente de noches de doble luna aún sabiendo que hay nubarrones que amenazan con cubrir el horizonte.
Quizá mi ilusión por las cosas me ha llevado a acercarme a ellas desde la impaciencia y la inexperiencia, lo que ha provocado que ahora me vea abocado a un cambio de ritmo, a una mayor cautela por hacer que todo salga bien.
Mi trabajo de reportero de la antigüedad se ha visto vencido –de momento- por esa eterna lucha con la administración pública, quién parece no entender que para trabajar uno tiene que comer y vivir al mismo tiempo, y que para eso hay que pagar en su debido momento. Nos tratan como simples expedientes y números aquellos que tienen su pan garantizado a fin de mes, incluso si se pasan el día tocándose la barriga y hablando por el teléfono. No hay empatía, ni mucho menos simpatía en la burocracia de nuestro país. Por esta causa, señores, entono el “yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid” de Sabina, y en breve regreso a puerto seco, a reorganizar mi vida, y a poner en desarrollo nuevos proyectos y travesías. Se aceptan, cómo no, ideas y consejos varios, noches de ánimos alcohólicos y placenteros, tardes de afrutada shisha, limosnas, drogas... ¡hasta reclutar una tropa de matones a ver qué cojones hace el interventor del Ministerio de Cultura con mis facturas!

Sin embargo, y aquí acabo, lo bueno de estos reveses es que uno se da cuenta de quiénes son de verdad sus eternos compañeros de viaje. Ciertamente, puedo decir que tengo la suerte de haberme juntado a lo largo de mi corta travesía con unas amistades extraordinarias, unos caballeros de mi mesa redonda particular que han demostrado una abnegación sin igual a este “rey” con minúsculas. Gracias a todos chicos, sois increíbles.

18/9/09

Quiero cantarte un beso (Silvio Rodríguez)
"Quiero cantarte un beso
mas todo se confunde
entre un millon de huesos
y derrumbes
a si que el beso huye
con ojos de reproche
mientras la sangre fluye
por las noches
la muerte se ha regado
por toda la pradera
aquel que la ha sembrado
¿que le espera?
dicen que el responsable
nunca ha gastado cuernos
solo un traje impecable
en los infiernos
y vuelve la necesidad
de repasarme donde estoy
si existe o no la humanidad
y si se ha visto hoy
la esfera agonizando
todos los días explota
y nadie esta mirando
que esta rota
35 mil niños
mataron ese día
la tele no hizo un guiño todavía
y vuelve la necesidad de repasarme donde estoy
si existe o no la humanidad
y si se ha visto hoy
grandes ilusionistas
con hazañas de alarde
dicen que son altruistas
los cobarde
mientras el poderoso
mas ordena y mas traga
y el pequeño ripioso
siempre paga
y vuelve la necesidad
de repasarme donde estoy
si existe o no la humanidad
y si se ha visto hoy
creí que nadie estaba
que nada respondía
pero el amor velaba todavía
y el viejo centinela
en medio del desierto
prendió infinitas velas
por los muertos
y vuelve la necesidad
de repasarme donde estoy
si existe o no la humanidad
y si se ha visto hoy
y vuelve la necesidad
de repasarme donde estoy
si existe i no la humanidad
y si se ha visto hoy
y si se ha visto hoy
hablado:
quiero cantarte un beso
mas todo se confunde
entre un millón de huesos y derrumbes
a si que el beso huye
con ojos de reproche
mientras la sangre fluye por las noches
la sangre se ha regado
por toda la pradera
aquel que la ha regado
¿que le espera?
dicen que el responsable
nunca ha gastado cuernos
solo un traje impecable
en los infiernos"

4/9/09

Últimos derroteros: De El Cairo a Qart Hadast

Es curioso analizar los derroteros que toman nuestras vidas en poco tiempo. Quería inaugurar esta nueva página personal haciendo recuento y reflexión de lo pasado y lo presente en los últimos tiempos. Verán, justo hace un año comenzaba una etapa que pondría punto y aparte a siete maravillosos meses de un enriquecedor viaje por tierras lejanas. Viaje que, como los verdaderos periplos, no sólo me hizo cambiar mi perspectiva del mundo, sino que me llevó a conocerme a mí mismo y a encontrar cierta empatía y paridad con eso que parece dar tanto miedo a las personas que han hecho de la rutina su único timón. Me refiero a lo desconocido, a la compresión del mundo con otro corazón y otros ojos, me refiero a la otredad que se manifiesta en culturas tan dispares al mal llamado primer mundo como las que viven, sienten y sobreviven en el oriente mediterráneo.

Ciertamente, con la bandera de la investigación y posiblemente poniendo como excusa la que es mi profesión, la arqueología (una especie de periodismo del pasado en el que podía sentirme como reportero de guerra en batallas de otros tiempos diferentes al presente), me embarqué en una aventura que me llevó a poner mi puerto de atraque en las orillas nilóticas de El Cairo, donde al final acabó picándome la mítica serpiente cuyo veneno te engancha a la ciudad sin que nunca puedas dejar de sentir nostalgia ante su lejanía.


Al final de ese viaje, a lo largo del cual comprendí que lo humano florece más allá donde menos hay y que la historia avanza a ritmos muy distintos dependiendo de en qué creas o en dónde te encuentres, se abrió ante mí un periodo de incertidumbre y de búsqueda de nuevos rumbos. En Occidente me esperaba la crisis, la realidad diaria de un soñador en paro y mi visión, aculturada por lo vivido, de una sociedad “primer mundista” deshumanizada.

El tiempo pasó, volví a Oriente para decir un Ashufak, un hasta luego de aquel otro que ahora no era sino yo, y regresé a mis lunes al sol en las colas del INEM más castizo, y a mis viernes de shisha en Lavapiés. Así, poco a poco pasaron las semanas y los meses -siempre de manera proporcional a como se descoloraba mi cuenta naranja por falta de alegrías monetarias- hasta que un buen día comenzaron a soplar, poquito a poquito, los vientos que volverían a poner mi nave en movimiento.

Y así es como llegué a Cartagena, ciudad milenaria a la que nunca había ido y a la que, siendo sincero, jamás había prestado mucha atención. Aquí, ciudad de fundación oriental como aquellas en las que vivía un año atrás y siempre con la arqueología por bandera, he comenzado a trabajar como reportero de la antigüedad, esta vez de aquella que está bajo los mares. También, por qué no, he comenzado a lidiar con ese mundo frustrante y farragoso que es el intentar hacer cosas dentro de una administración pública en la que el movimiento y lo diferente parecen causar pereza.

Lo curioso es que este derrotero, de nuevo inesperado, me está igualmente aportando sorpresas a cada paso que doy, o a cada metro que me sumerjo. Desde las personas que voy conociendo hasta los increíbles atardeceres sobre el Mar Menor o las mágicas noches de doble luna, todo parece conjurar para hacer del viaje toda una experiencia.

En fin, me detengo aquí que ésta pretendía ser no más que una entrada de bienvenida. Seguiré contando y narrando, prometido está. Desde opiniones y sensaciones hasta frutraciones, lo que veo en la calle o la última receta probada. Por favor, no se corten en comentar lo que crean oportuno y compartir experiencias. Este viaje a Ítaca lo hacemos juntos. Un saludo a todos.