Corría el año 1999 cuando un desorientado servidor buscaba, en su primero de carrera, la manera de ser arqueólogo en una universidad donde tal camino se ocultaba por completo a los iniciados. Fue entonces cuando, de la planta sexta de la facultad, bajó a darnos una charla una verdadera arqueóloga. Una mujer que había luchado contra viento y marea para realizar sus sueños en una España que, en su tiempo, estaba guiada básicamente por hombres con bigotes. Una España donde la arqueología a veces seguía confundiéndose con la tradición chovinista de los ricos anticuarios del siglo XIX. La charla nos abrió el mundo de la arqueología moderna, de su camino y de sus dificultades.
Al finalizar el acto, me encaminé a la palestra donde se encontraba la que con los años se convertiría en una verdadera amiga y guía en esta profesión. Le manifesté mis preguntas y dudas, y me citó en su despacho unos días después. Allí, aparte de comenzar a ver con claridad los primeros pasos a tomar en la que es hoy mi profesión, obtuve una máxima poética que ha forjado de alguna manera mi visión de la vida a la par que ha dado nombre a este blog.
En una de las paredes del despacho había un poster de un congreso de arqueología clásica, celebrado en Grecia, en el que se podía leer una frase del poeta alejandrino Kavafis sobre una imagen de una cariátide ateniense. Dicho poster decora actualmente, tras la jubilación de mi maestra Pilar, una de las paredes de mi habitación en Madrid. Tal frase me recuerda, cada vez que me encuentro ante alguna dificultad, desilusión o desafío, que el camino es largo y que las experiencias, ya sean buenas o malas, siempre nos enriquecen y nos enseñan.
Brindando por Pilar y por todos vosotros que navegáis hacia Ítaca esperando encontrar miles de pericias y aventuras en el camino os convido a escuchar dicho poema en el siguiente video. Un saludo a todos.
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